Los mejores juegos del año 2020 según Sergio Tur

A veces los sueños se cumplen...

No revelo nada nuevo si digo que 2020 ha sido uno de los años más difíciles que hemos vivido como sociedad y a título personal. Nadie podía imaginar en enero el cúmulo de emociones y adversidades que atravesaríamos ante una pandemia que ha puesto en jaque nuestro sistema de valores. Las prioridades han cambiado y quiero pensar que estos meses de resiliencia nos ha revelado una fortaleza que creíamos desconocida. No sé si 2021 por una extraña regla de tres será mejor que este como algunos sostienen, pues ojalá la vida pudiera calcularse mediante una simple fórmula matemática sin posibilidad de que intervengan variables azarosas, ¿verdad?, pero al menos no hemos estado solos. La cultura nos ha salvado como ya lo hizo en crisis anteriores. En concreto, la ficción ha sido el subterfugio idóneo para afrontar situaciones en las que la soledad, la depresión y la ansiedad han campado a sus anchas mientras el país se encontraba confinado.

Por esta circunstancia, los videojuegos han convivido con nosotros con una naturaleza que ha permitido una vez más poner en alza sus valores comunicativos. He reído, llorado, acongojado y enfadado con muchos de los títulos estrenados este año. Emociones que refuerzan el vínculo entre las obras y nosotros como jugadores en momentos donde necesitábamos más que nunca sentirnos vivos. No soy ajeno a esta realidad, por lo que mi selección de mejores juegos de 2020 se ha visto condicionada a un fenómeno histórico que siempre recordaremos.

5 – Doom Eternal

Hay algo adictivo en las mecánicas que propone Doom para que, décadas después de su primera entrega, siga siendo tan estimulante como en su día. Ya en nuestro especial dedicado a la saga señalamos su capacidad para activar un resorte en nuestro cerebro que, entre demonios infernales y escopetas de doble cañón, nos empuja a seguir jugando. Si el título de 2016 ya fue una reimaginación de los títulos originales adaptando su sentido de la acción a tiempos actuales, Doom Eternal es la evolución natural de aquella propuesta. En otras palabras, Eternal es a Doom 2016 lo que Doom II fue en su día a Doom.

Nos encontramos ante un diseño de niveles más inteligente repleto de secretos, posibilidades y pensado en todo momento para contribuir a las estrategias del jugador durante los enfrentamientos. El mayor aporte de esta entrega es el doble salto para escalar paredes y llegar a lugares inaccesibles, lo cual no solo se ha traducido en secciones entre combates que invitan a sortear plataformas, sino que en la práctica facilita la verticalidad en las reyertas.

El estudio ha pulido la fórmula que cautivó a una legión de jugadores en el pasado dotando a la obra de un sentido sobresaliente del ritmo que no deja nada a la imaginación. La premisa jugable es infalible y adictiva: agarra tu arma y revienta criaturas del infierno… si no lo hacen ellas primero.

4 – The Last of Us Parte II

Lo de Naughty Dog era un reto titánico. La promesa de una segunda parte que retomase las historias de personajes tan queridos como Joel o Ellie tuvo en ascuas desde el primer anuncio a todos los seguidores de The Last of Us. Ya entonces fue un punto de inflexión para una generación de consolas que daba sus últimos coletazos de vida y, especialmente, para la propia compañía. El juego de PlayStation 3 supuso la consagración definitiva para los de Santa Mónica y un paso hacia adelante en la madurez de la narrativa en videojuegos. Con estos precedentes, el estudio podía haber apostado por una secuela continuista que rescatase los elementos que tanto habían gustado a su comunidad. Sin embargo, al margen de polémicas y controversias, el resultado final es una obra sugerente, compleja y atrevida en fondo y forma. Naughty Dog elabora una interesante radiografía de la sociedad mediante una ficción postapocaliptica que alude a conceptos como la violencia en sus diferentes manifestaciones, la familia o la venganza, entre otros temas.

La experiencia de juego resulta incómoda por momentos, siguiendo la tradición de cineastas como Michael Haneke o Gaspar Noé. La gran virtud y a su vez defecto es la narrativa sobre la que se apoya el discurso. El empleo de recursos como planos fijos de una dureza descarnada remueven por dentro al jugador al mismo tiempo que le impiden desviar la mirada como si de un accidente de carretera se tratase. A eso se suma la importancia del punto de vista en una historia donde no existen bandos enfrentados con vencedores o perdedores, sino víctimas que tratan de salir adelante. Pese a todo, su exposición en pantalla es irregular con excesivos saltos temporales y la sensación de ser innecesariamente largo para una aventura que podía haberse contado en casi diez horas menos de juego.

Dicho esto, The Last of Us Parte II no te deja indiferente cuando juegas. Produce en ocasiones rechazo, en otras empatía, pero siempre hace partícipe al jugador de sus sacudidas emocionales. Su impacto será valorado con los años como ya se refleja en los acalorados debates que ha generado, en parte porque el videojuego, en su esencia, se encuentra en un punto paradigmático donde debe consolidar su identidad, ya sea como medio cultural que ha traspasado la línea del simple entretenimiento para contar mensajes en torno a sus recursos estilísticos o, si por el contrario, su voz debe ir siempre supeditada al componente lúdico. Naughty Dog ha logrado desdibujar las nociones que creíamos conocer del juego anterior para articular en torno a ellas reflexiones que dialogan con nosotros mismos y de nosotros mismos.

The Last of Us Parte II no es divertido, pero sí profundamente estimulante. Y si el arte está regido por la capacidad expresiva de la obra, no cabe duda de que estamos ante una que tras jugarla te deja como si una roca gigante te hubiera pasado por encima.

3 – Animal Crossing: New Horizons

Este 2020 será recordado, entre otras cosas, por ser el año en el que un juego de cultivar tus plantitas, pescar lubinas y talar árboles nos salvó del hastío de estar encerrados en nuestras casas. Animal Crossing: New Horizons llegó cuando más lo necesitábamos como una apuesta segura por parte de Nintendo que, sin pretenderlo, consiguió erigirse como el bote salvavidas para miles de jugadores que encontraron en él una manera de reproducir sus antiguas rutinas diarias dentro del espacio virtual.

Su éxito no viene tan solo avalado por este particular contexto, sino por su capacidad para mantener lo que había funcionado en entregas anteriores y aportar pequeños cambios que, a la larga, han supuesto grandes innovaciones en la experiencia. El más obvio es la creación de objetos mediante los recursos obtenidos en la isla. Las posibilidades han aumentado con nuevas capas de personalización que, junto a los eventos temporales que se desarrollan, invitan a regresar constantemente a la partida. Como máximo exponente del llamado ‘slow game’ que nos explicó el psicólogo Víctor Martín, la ausencia de objetivos es su mayor fortaleza. Los retos los ajusta el jugador en función del tiempo y energía que decida emplear en la gestión del pueblo.

Al igual que ocurría en ocasiones anteriores, las primeras horas están diseñadas para aprender las mecánicas jugables a la vez que pagamos las hipotecas del avaricioso Tom Nook. Sin embargo, es al acabar el préstamo cuando se despliega el verdadero potencial de Animal Crossing. Para quienes lidiamos a diario con la ansiedad o hemos tenido episodios de depresión, New Horizons cumple una función casi terapéutica. Su mundo, habitado  por animales bonachones y donde el único drama posible es que se te pudran los nabos, transmite sosiego y una serenidad pocas veces valorada en nuestra vida diaria entre tanto movimiento.

Que es bueno para la salud mental lo sabemos aquí y en la Universidad de Oxford, donde se ha elaborado un estudio que demuestra sus beneficios. Ahora ya tienes una excusa para jugar a él si aún no lo habías hecho.

2 – Tell Me Why

Necesitamos más estudios como Dontnod Entertainment que sepan contar historias con una sensibilidad y mirada tan honesta. Tell Me Why no es solo una canción de los Backstreet Boys, sino también un precioso relato sobre descubrir quiénes somos, la importancia de los vínculos y la necesidad de reconciliarnos con el pasado para avanzar. La maestría de Dontnod a la hora de crear personajes creíbles en situaciones increíbles nos invita a viajar a un pequeño y recóndito pueblo de Alaska de la mano de dos gemelos: Tyler y Alyson Ronan, quienes tras muchos años separados por un suceso que les marcó siendo pequeños, regresan a su casa de la infancia para desenterrar viejos recuerdos y superar una tragedia acontecida entre esas cuatro paredes.

El estudio es experto en insuflar a sus historias un componente costumbrista que resulta siempre atractivo. Existe la dosis fantástica que ya teníamos en Life is Strange, pero pasa a un segundo plano cuando salen a relucir los sentimientos de esos dos hermanos que por momentos consiguen parecer humanos de carne y hueso. Es el primer juego de una gran compañía que aborda la transexualidad y lo hace con una exhaustiva documentación detrás (en el desarrollo colaboraron con al asociación GLAAD) que da lugar a situaciones coherentes con la realidad que vive a diario este colectivo. Es emocionante en cada una de sus líneas de diálogo y solo lamento que su repercusión posiblemente quede acotada a los fans de los trabajos previos del estudio.

El contexto de Tell Me Why en un pueblo conservador arraigado en sus tradiciones y amparado bajo férreos principios religiosos son claves para lanzar un potente mensaje de denuncia social que busca la conciliación con la diversidad de cada individuo. Ronan y Tyler vuelven a la casa de su niñez con el propósito de indagar en los recuerdos como ya hiciese What Remains of Edith Finch y así reconstruir la figura que ambos tienen de su madre ya fallecida.

El viaje por la memoria conecta pasado y presente en un juego de espejos donde la ausencia es una herida que aún no ha sanado. El mayor lujo que puedo decir es que al acabarlo consigue que seamos mejores personas, aunque solo sea en una pequeñísima parte. No renunciéis a ese regalo.

1 – Final Fantasy VII Remake

Pese al ninguneo que ha recibido en unos premios tan selectos como son los TOTY 2020, lo cierto es que Final Fantasy VII Remake es un sueño hecho realidad. Es la consecución de una fantasía que parecía escaparse de nuestras manos. Square Enix se enfrentaba a su propio legado y a la difícil tarea de traer al presente uno de los juegos más queridos de la historia. La compañía japonesa podía haber adoptado una postura conservadora y dar a su audiencia justo lo que esperaba, pero en su lugar han tenido el arrojo y la valentía de proponer nuevas lecturas que invitan a mirar al clásico con otros ojos.

Nunca volveremos a pensar en el concepto de remake de la misma manera. Es una reimaginación como no se ha visto nunca. No tiene referentes y eso para algunos puede pesar en su contra por las decisiones creativas que toma. Sin embargo, es audaz en la manera en la que confluye lo pasado con lo nuevo. Esa dualidad es uno de sus mayores triunfos, pero no el único. Muchos diálogos y diseño de escenario beben del clásico, a la vez que se encarga de pulir, dar forma y dotar de mayor profundidad la carga emotiva de la trama. Todo crece para salirse de los estrechos márgenes del juego de la PlayStation original para dar vida a lo que antes no se mostraba.

Quizás el logro más destacado del remake es que consigue que miremos a cada rincón de esa metrópolis capitalista tan fascinados como la primera vez. Ahora los sectores son transitables, observamos las rutinas de sus habitantes e intuimos cómo es la vida en sus calles. En el trabajo de rescritura se han preocupado de rellenar los espacios en blanco que tenía el original a través del desarrollo de personajes secundarios que antes solo servían de pretexto para hacer avanzar la historia. Si bien es lineal en la narración, lo es porque tiene muy claro qué quiere contar y cómo hacerlo. En pantalla observamos las muecas de Cloud, el festival de luces de neón en el que se convierte al llegar la noche al Mercado Muro y unas notas son suficientes para derramar las lágrimas cuando nos cruzamos con Aeris por primera vez. Ojalá todas las producciones actuales se hicieran con el cariño y el esfuerzo que hay detrás de esta. Y lo más importante es que siempre ese despliegue artístico está al servicio de la narración y no al revés.

La innovación llega por la parte del combate que recoge el testigo de algunos elementos vistos en Final Fantasy XIII y los integra en un sistema dinámico que mantiene la estrategia de los enfrentamientos originales con la acción en tiempo real que exigen los tiempos actuales. Es difícil señalar algunos aspectos del juego sin hacer spoilers, pero Square Enix ha logrado lo que parecía imposible: diseccionar la obra de culto y renovar los recuerdos difusos que permanecían en nuestra mente. La magdalena de Proust se huele y saborea como siempre, pero está cocinada de una forma distinta. Fans de nuevo cuño y seguidores del clásico observamos con la misma sorpresa cada giro de guion del remake porque sabemos que el futuro lo construiremos juntos bajo el amparo de los guardianes de la narración, una figura que dará mucho que hablar.

Cuando terminé la historia después de unas 35 horas me temblaban las manos. Hay quienes dicen que es inadmisible que un Final Fantasy dure tan poco pagando, pero me gustaría recordarles que no compramos tiempo, sino calidad. Yo pago por experiencias y esta es una de las más importantes de la generación. Es un juego que deja huella en el corazón. De lo más sorprendente que he visto en los últimos años, consciente de que es una sensación alimentada por ese factor subjetivo que nunca he escondido. Tengo claro que es una obra que recordaremos en los años venideros porque supone un punto de inflexión para la propia Square Enix en un momento en el que buscaba su renovación, su identidad, y que ha necesitado mirar al pasado para construir un futuro prometedor.

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