La (in)cultura de los videojuegos de usar y tirar

Hace ya tiempo que no disfruto de los videojuegos de la manera correcta con el respeto que un título merece, sea cual sea. El concepto es bien simple: decenas y decenas de juegos baratos, de mucha calidad. ¿Son de mi interés? Puede que sí, puede que no… Para qué mentir, probablemente no.

Épocas de ofertas en Steam con bajadas de precio descomunales, cuyo resultado tenía por mi parte una actitud tan ingenua como estúpida, donde mi elección era la cantidad antes que no la calidad, sino mi deseo existente de catar otros títulos. Algo tan sencillo como «Uf, Rise of the Tomb Raider sigue a 30€ incluso en oferta. Mejor coger estos otros 5 juegos por tan sólo 20€. Así me cundirá más, tendré más horas de diversión«. No es un mal pensamiento, al fin y al cabo es muy razonable, mi cabeza se impone y gana la batalla. Y el resultado es una mierda.

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Mi cabeza piensa que, en caso de que la diversión o entretenimiento que te da un juego es tangible, cada uno de esos juegos me podría entretener en un 8 sobre 10. Quizás Rise of the Tomb Raider pueda entretenerme en un 9 sobre 10. Pero claro, cinco veces un 8 son 40 y eso es más que un 9 sobre 10. Error, error garrafal…

En primer lugar, el entretenimiento no es lo único que te puede ofrecer un videojuego. Creo que eso es indiscutible en pleno siglo XXI. Hay muchas emociones más allá que no deberían ser pasadas por alto.

Por otro lado, lo que da título al artículo: esto se convierte en un circo de usar y tirar videojuegos, de desinstalarlos una vez te has terminado la campaña (si es que lo has hecho), de tener unos cuantos y valorarlos poco. El hecho de haber estado practicando tal deleznable actividad me parece una ofensa a la figura del jugador (o sea, una falta de respeto cometida por mi parte hacia mi propia persona) y a la del desarrollador (por poco no me doy con un dardo aquí también… bueno, pensándolo mejor, aquí también me doy).

Esto me recuerda a la primera película de Piratas del Caribe. Vagamente recuerdo el argumento, pero hay unas palabras que se me vienen a la cabeza, las del antagonista en el momento del clímax. No son las exactas, pero básicamente decía que por la maldición de la Perla Negra, a pesar de tener inmenso poder, todo se volvía amargo. La comida dejaba de tener sabor, ya no había ninguna sensación de disfrutar. El blanco pasaba, no a ser negro, sino a un canal alfa totalmente transparente. No había vida. Eso es lo que me está pasando a mí. Y como yo, así están muchos.

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Pero estoy harto. Harto de que una oferta inmensa intente crear en mí una falsa sensación de demanda que está marchitando esta afición. Harto de que el mercado me condicione como consumidor. Harto de gastar más que disfrutar. Quiero recordar la sensación de explorar cada juego hasta más no poder. Quiero recordar qué es disfrutar de ello. Quiero olvidar las cargas que tengo al empezar al jugar y no pensar que tengo otros juegos por pasarme y que éstos son cargas. Porque no hay mayor peso que aquel que se encuentra en tu área de abstracción donde no debería estar.

Aquellas personas que se tiran horas y horas en un detalle que les obsesiona. Los que se ven empujados a rejugar y rejugar. Los que llevan 800 horas jugando a un juego desde hace 3 años. En ellos veo reflejado el respeto que merece la industria. En ellos veo esperanza. Y una contradicción, pues cualquier obra merece ser tratada con respeto, pero mi situación es tal por la curiosidad de saber más, de descubrir nuevas obras. No puedo hacer más que aceptar con resignación que debo moderarme en una era en la que se crean una cantidad de títulos nunca antes vista. Debo calmar mi curiosidad con resignación. Por mi propio bien y por el bien del aprecio, afición y pasión que le tengo a este sector.

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